Disertación de la Profesora María Fernanda Pepey, Pro Secretaria de Educación Ambiental- Seccional Uruguay de AGMER.

 

Primeramente quisiera hacer una recorrida breve sobre la “cuestión  de la mujer”.

En todas las épocas los partidarios de la “superioridad” del hombre sobre la mujer han apelado a razones anatómicas o psicológicas para tratar de encontrar las “causas de su inferioridad”. La idea de esta condición “dependiente” surge de la presunta “fragilidad de su naturaleza” y ha servido como pretexto para infinitos abusos. Hay excepciones como Condorcet – filósofo francés – quien escribe en 1790 un ensayo sobre la admisión de la mujer en la ciudadanía

A principios del siglo XIX, me atrevo a decir que no hubo filósofo que no tratara en algún momento “la cuestión de la mujer”, cada uno según sus propias convicciones o conveniencias. Sus discursos difieren entre si, pero en lo que todos concuerdan es en opinar que la mujer debe olvidarse de si misma en aras de la familia. Ejemplo de esto lo tenemos en Fichte quien negaba la posibilidad de que la mujer pudiera ocupar un empleo público porque consideraba que estaba destinada al espacio doméstico.

Pero siempre ha habido voces que alentaron cambios, que anunciaron otro tiempo. Uno de ellos, Charles Fourier, afirmaba en 1830 “…que el progreso y la felicidad de la humanidad esta en relación con el grado de libertad de las mujeres”, concordando sin saberlo con Mariquita Sánchez, quien en una carta a su hijo Juan Thompson, escribe “… es preciso empezar por la mujer si se quiere civilizar aun país”. Opinión semejante a la de Sarmiento, quien afirmaba que  “… de la educación de la mujeres depende la suerte de los Estados. La civilización se detiene a las puertas del hogar doméstico cuando ellas no están preparadas para recibirla”.

En este rápido repaso no puedo dejar de mencionar a José Hernández quien valoraba de una manera especial las cualidades  propias de la mujer, haciendo hincapié en su generosidad y en su instinto maternal. Escribe en la “Vuelta del Martín Fierro”

“Pa  servir a un desgraciao 

Pronta la mujer está.

Cuando es su camino va

No hay peligro que la asuste;

Ni hay una a quien no le guste

Una obra de caridad.

 

No se hallará una mujer

A quien esto no le cuadre.

Yo alabo al eterno padre

No porque las hizo bellas,

sino porque a todas ellas

les dio corazón de madre”.

 

Podríamos seguir confrontando posturas y opiniones encontradas sobre la mujer, su rol, su significación social. Seguramente escaparía  a esta breve reseña y poco agregaría a los fines de esta convocatoria.

Recordemos que desde 1871 regía en lo que hoy es Argentina el Código de Vélez Sársfield, que inspirado en el de Napoleón, equiparaba los derechos de la mujer casada con los de un niño de 14 años. Esto es la consideraba legalmente menor, siendo su situación por tanto de absoluta disparidad frente a sus pares no mujeres. Cuando en 1888, a raíz de la Ley de Matrimonio Civil, se discutió en el Parlamento este problema, hubo opiniones que dejaron al desnudo el temor frente a la posibilidad de la “emancipación femenina”, anunciada  años antes por Juana Manzo. ---- ver las mujeres y la Patria, pag. 20 opinión de Osvaldo Piñero -------

No podemos dejar de señalar al respecto que desde nuestros primeros pasos como nación hubo voces femeninas como las de Mariquita Sánchez que bregaron por otros espacios y otros roles para las mujeres. Seguramente que más allá de las motivaciones y objetivos, el costo para salir del tradicional lugar que la sociedad de la época le guardaba era muy alto. Igualmente hobo quienes se atrevieron y lograron su cometido, pese a todo y a todos.

Las mujeres europeas  habían demostrado su capacidad de trabajo e iniciativa mientras los hombres se mataban en las trincheras en la primer gran guerra del 14 al 18. Pero en la Argentina la realidad era otra, el “antiguo orden patriarcal” estaba aún muy vigente.  La mujer  Argentina no había pasado por esa experiencia y debía todavía recorrer un largo camino.

Ejemplo de lo antedicho lo tenemos en la manera en la cual la prensa de la época trataba este tipo de cuestiones. En 1928 en el club del Progreso en  Bs As disertó la Belga Juana Beeckman de Vandervelde. El tema era “feminismo” y la reconocida militante socialista  manifiesta, entre otras cosas, que la mujer debía poseer iguales derechos civiles y políticos que el hombre. Mientras el periódico “El Diario” no da mayores detalles de la conferencia, obviando tan significativa presencia, “La Fronda” contara detalles de la misma.

En 1928 = 1931 “El hombre que estaba solo y espera” Raúl Scalabrini Ortíz deja clara su postura respecto a la causa, de la “desvalorización de la mujer como amiga y compañera” a consecuencia de “la falta de comunicación y amistad entre los jóvenes de ambos sexos”. Aquí podemos ir viendo que aparecen ya algunas cuestiones de género de manera más abierta. Poco a poco la cuestión ocupa otro lugar en la agenda social y política argentina.

Muestra de este “cambio de agenda” es que mientras en 1897 en los textos escolares se señala que “las niñas carecen de iniciativa, aceptan las reglas de juegos impuestas por los varones y reproducen los roles socialmente aceptados para la mujer, madre, maestra, enfermera o secretaria”, ya en las décadas del veinte y del treinta el voto femenino y la igualdad jurídica de la mujer son objetos de debates parlamentarios y agitación social.

Es que el proceso de emancipación y reivindicación de la mujer  ya no podría detenerse. Afirma Lucia Gálvez que en nuestro país se inició en 1926 con la derogación de la Ley que nos convertía en incapaz, conquista que se consiguió gracias a la dura tarea de las pioneras feministas y sobre todo, cito a la propia Gálvez “a los hombres y mujeres del partido Socialista”.

 En 1995 se produce la sanción de 2 importantes leyes: la de la patria potestad compartida y la que condena de toda discriminación contra la mujer. En este caso a consecuencia de que nuestro país incorpora con garantía constitucional la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer” de la ONU de 1979.

Creo que es importante tomar conciencia, mirar  hacia el pasado y ver a través de distintas historias como las mujeres fuimos ocupando espacios y a través de nuestras propias fuerzas no dimos cuenta de la necesidad de terminar con una serie de prejuicios,  costumbres y atavismos que nos postergaban o anulaban.

Pero no quiero terminar sin repasar algunos nombres importantes que han aportado a esta larga lucha 

 

Nombrare ahora algunas mujeres,

Micaela Bastidas, compañera de Túpac Amaru

María de Ojeda, esposa de Francisco de la Revilla

Remedios  de Escalda

Ángela Baudrix de Dorrego.

Encarnación Ezcurra de Rosas: mujer, política y poder combinan perfectamente en ella.

Mariquita Sánchez de Mandeville

Alicia Moreau de Justo

Madres y abuelas de Plaza de Mayo

Eva Duarte de Perón.

 

En el ámbito local:

Carmen Uribez, una de las primeras maestras de mediados del siglo XIX que enseñaron las primeras letras en nuestra ciudad, Nació en C del Uruguay, el primero de marzo de 1823.

Clementina Comte de Allió: directora de la Escuela Normal de preceptores de nuestra ciudad- así se llamaba por esa época 1873-

Esilda Tavella: fue otra mujer y docente destacada de nuestra ciudad.

La Doctora Tersa Ratto.

Compañeras todavía queda mucho por recorre y muchas luchas por dar en pos de nuestros derechos. De esto sabemos bien nosotras como mujeres y como trabajadoras de la educación. Esta fecha debe servir para redoblar esfuerzos en la maravillosa tarea de construir una sociedad con más justicia, con mas igualdad y en donde una vez por todas las mujeres ocupemos el lugar que por esfuerzo, por decisión y por convicciones debemos ocupar.

 

 

Prof. María Fernanda Pepey, Pro Secretaria de Educación Ambiental- Seccional Uruguay de AGMER

Bibliografía:

Lucía Gálvez. “Las mujeres y la patria” Nuevas historias de amor de la Historia Argentina. Grupo Editorial NORMA. Octubre de 2001

 

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